Los aceites esenciales son sustancias complejas. Sus propiedades medicinales tienen origen en sus componentes tales como monoterpenos y sesquiterpenos. Estos son compuestos que consisten en 10 (mono) o 15 (sesqui) átomos de carbono que pueden llevar también un átomo de oxígeno fijado a ellos en forma de alcohol, aldehido, ácido o cetonas. También contienen unas cuantas débiles uniones dobles de carbono características de los ácidos grasos insaturados. Cuando los monoterpenoides y sesquiterpernoides son expuestos al aire, se someten a un proceso de oxidación: el alcohol es transformado en aldehído, y el aldehído puede transformarse en ácido. ¿Suena familiar? Este es el mismo proceso responsable de estropear el vino y transformarlo en vinagre cuando es accidentalmente expuesto al aire durante su almacenamiento.
Algunos monoterpenoides, tales como el geraniol (que también se halla en los aceites esenciales como el de geranio Pelargonium graveolens y en el pomelo Citrus Paradisi son más propensos a la oxidación. Otros, tales como el linalol (encontrado en aceites esenciales como la lavanda son más estables. Además, las dobles uniones de carbono pueden también volverse simples y atrapar átomos de oxígeno formando óxidos, epóxidos y peróxidos.
¿Se ha puesto rancio aceite vegetal en la alacena alguna vez? Ese particular olor delata el mismo proceso químico. Casi todos los constituyentes de los aceites esenciales son compuestos insaturados que contienen carbono, por lo que pueden someterse a la misma reacción, estropearse u oxidarse. Aunque en los aceites esenciales no se perciban los olores desagradables, éstos deben ser evitados si han sufrido oxidación.